[Annette Messager] ...crea un mundo en el cual el hecho de remitir vence al compartir y, más aún, la mezcla. Donde mezcla o confunde —redes y peluches— lo hace únicamente preservando las distancias, los intervalos. Tendría la tentación de decir que para ella todo se juega en el intervalo: cómo uno pasa de un lugar a otro, de una figura a otra, de un color a otro; cómo uno pasa o no pasa. Cómo uno pasa sin pasaje.

Cada parte o pieza local —para retomar el antiguo concepto de «color local»—, vale en una alternancia muy rápida, instantánea, aislada entre ella misma y la red que la recoge o la acoge. Pero, en el interior de la misma pieza, el espaciamiento está obrando. Inclusive una palabra escrita sobre la pared con letras formadas de juguetes de peluche, de trozos de tela e hilo, no cesa de remitir de su unidad de palabra —«protección»— a esta proliferación interna que para la mirada acechante comienza a deshacer el diseño de la letra en su propia imitación (por otra parte es un mono que forma la primera letra) y que de allí descarta este diseño de sí mismo, hace valer su materia o sus materias heterogéneas como una especie de contra gráfico.

 
El espaciamiento se desliza entonces entre la palabra y él mismo: de lejos es palabra, de cerca deja deslizar fuera de sí su valor de palabra y remite al alejamiento de donde se podía leer. Pero esta profundidad que se pone así, a inflarse o a ahondar, a latir en una pulsación —entre peluche y grafía— hace surgir la incertidumbre del significado.

Es por eso que la presencia de estas piezas —objetos, cosas, formas, figuras, espacios, materias, imágenes, palabras combinadas, compuestos en un gesto, en un pensamiento, es decir, como si fuese el hecho de pensar— es la de los tótems. Cada una se asemeja a un genio tutelar, como una señal de pertenencia y de identificación: lo que se me presenta no es un objeto, ni siquiera un objeto de arte o una obra; es un emblema, un blasón, una señal de reunión. Más aún, es una presencia sorda y murmurante —amamamama— frente a la cual comparezco como frente a un espíritu, a un animal dotado de alguna vida secreta, retirada.

Jean-Luc Nancy
filósofo y pensador francés

Annette Messager