LA NUEVA JERUSALEN INDIANA: UTOPÍA FRANCISCANA DE LA CONQUISTA

El Nuevo Mundo significó la oportunidad real de conformar, literalmente, un Mundo Nuevo.

La conquista espiritual franciscana en Nueva España mantuvo como locus utopicus el advenimiento del Reino milenario y como premisa principal la idea de que los indios eran el pueblo elegido por la Providencia para conformar una comunidad que restableciera los ideales del cristianismo primitivo. [...] destinada a conformar la nueva cristiandad: perfecta, integrada por los indios en espera del cumplimiento de la profecía del fin de los tiempos.

Esos primeros franciscanos llegados a Nueva España entre 1523 y 1524 [a solicitud expresa de Hernán Cortés], inspirados en planteamientos escatológicos y herméticos [...]

La fundación de conventos y de pueblos de indios separados de las poblaciones españolas, la predicación a base de gramáticas y catecismos en lengua indígena, la resignificación de los espacios simbólicos prehispánicos, la creación de instituciones educativas en exclusiva para las élites indígenas (como el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco y San José de los Naturales) son todas iniciativas que, en general, contravenían las políticas oficiales de la Corona y del clero secular, y partían de la convicción de que los indios eran el pueblo ideal y elegido para crear esa nueva sociedad limpia y pura que llevaría al cumplimiento de la profecía.

El convento de San Miguel Huejotzingo fue una de las cuatro primeras edificaciones que emprendió la primitiva misión franciscana, llegada a Nueva España entre 1523 y 1524 [...]

Se interpreta como que en el recinto de San Francisco, cuya potestad ahora es indígena —todo esto representado por la figura del altépetl, los chalchihuites y las flores—, se custodia algo secreto y poderoso [...]

[...] en el mito indígena del Quinto Sol cada uno de los mundos creados había sido destruido por un cataclismo […] gracias al sacrificio de los dioses, el último de esos soles había logrado mantenerse en el cielo y comenzar su movimiento diario

[…] Cada cincuenta y dos años se rememoraba este hecho a partir de la ceremonia del Fuego Nuevo, que reanudaba el pacto entre el astro y los pueblos precolombinos. La última ceremonia del Fuego Nuevo fue realizada en 1507, con lo que la metáfora expresada en la portería del convento probablemente se refiera a que el último sol murió con la Conquista en 1521; a partir de eso se inauguró un nuevo Sol, una nueva era que comienza con un nuevo pacto, esta vez con Cristo, al que el cristianismo iconográficamente relaciona con la figura del Sol.

A la entrada a la portería del convento se encuentra un arco germinado que presenta en sus dos arquivoltas los signos prehispánicos del agua (arriba, del lado izquierdo) y del fuego (arriba, del lado derecho) lo que configura la poderosa metáfora In atl, in tlachinolli, es decir, “agua de fuego” o “agua quemada”, que era el símbolo de la guerra en busca de víctimas para el sacrificio [...]

Es interesante destacar que en el extremo inferior izquierdo se encuentra una representación de la Ciudad de Dios, es decir, la Nueva Jerusalén, lo que la identifica como una Virgen apocalíptica.

María engloba muchas de las características de las antiguas diosas lunares —Deméter, Cibeles, Isis, etcétera— que aseguraban la regeneración de la vida tras la muerte a partir de los ciclos de la naturaleza que se suceden ininterrumpidamente.

Es difícil considerar que los indios pudieron aportar elementos simbólicos de manera clandestina sin que los frailes cayeran en la cuenta de su comportamiento. Se antoja entonces creer que los frailes lo permitieron, e incluso lo fomentaron, como un medio adecuado de integración, siempre que no vulnerase la ortodoxia o pudiera caer en la idolatría.

[...] la inclusión de elementos del imaginario indígena refuerza la idea de que en la configuración de la Nueva Jerusalén Indiana los indios eran los protagonistas [...]

Una de las imágenes muestra a San Juan cuando es visitado por el Ángel que ha de dictarle el libro del Apocalipsis. [...]. En la lejanía se observan las siluetas del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, que aparecen como testigos mudos de la escena.

A través de las manos de tlacuilos, pintores, carpinteros, canteros, escultores o amantecas, el Nuevo Mundo se edificó, se pintó, se esculpió, se configuró, se perfiló y se definió a sí mismo.

[...] el Códice florentino, que está dividido en doce libros y quizá sea el ejemplo más acabado de la integración de dos imaginarios. Está escrito en castellano y náhuatl e ilustrado con pinturas elaboradas por tlacuilos.

El interés de fray Bernardino de Sahagún era comprender a cabalidad, desde sus más profundas entretelas, a esta cultura sorprendente cuyo único defecto, que había que extirpar con ahínco, era la idolatría.

Por otro lado, sus colaboradores, los gramáticos trilingües Antonio Valeriano, Alonso Vegerano, Martín Jacobita, Pedro de San Buenaventura y Agustín de la Fuente —entre otros— emprendieron la complicadísima tarea de convertir su tradición y su historia a un idioma y una grafía distintas, lo que los obligó a reescribirse a ellos mismos a partir de unas nuevas coordenadas históricas y espirituales.

Gisela Mendoza Jiménez, 2020

Convento de Tecamachalco

Gisela Mendoza Jiménez, 2020

Imagen de la evangelizacion. Rhetorica christiana

Arte de la lengua mexicana

Gisela Mendoza Jiménez, 2020

Gisela Mendoza Jiménez, 2020

Puerta Convento Huejotzingo

Gisela Mendoza Jiménez, 2020

Huejotzingo In atl-in tlachinolli

Gisela Mendoza Jiménez, 2020

Tota Pulcra (Purísima Concepción). Claustro del convento de San Miguel Arcángel, Huejotzingo

Gisela Mendoza Jiménez, 2020

Claustro del convento Franciscano de Cuautinchan, Puebla

Gisela Mendoza Jiménez, 2020

Claustro del convento Franciscano de Cuautinchan, Puebla

Gisela Mendoza Jiménez, 2020

Convento de Tecamachalco, Puebla

Gisela Mendoza Jiménez, 2020

Códice florentino

Gisela Mendoza Jiménez, 2020

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