El retrato de Cortés que realiza Durham es una máquina destructiva de guerra, con torso de metal y rostro inexpresivo; tiene ruedas para moverse y conquistar nuevos territorios. Aunque Cortés logró su cometido sólo gracias a su alianza con los numerosos pueblos enemigos de los mexicas, en el imaginario nacional, sigue siendo un militar conquistador que transformó el mundo gracias a sus hazañas épicas y, al mismo tiempo, un oportunista, un asesino y un destructor de civilizaciones. En esta obra, Durham enfatiza la movilidad maquinal del personaje, su inhumanidad real y mitológica que le permite ocupar diversas posiciones en narrativas divergentes.